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Si es usted de aquellos que suelen leer unas cuantas páginas de un buen libro antes de dormir, le aconsejo que pase de éste si al día siguiente debe madrugar. No se deje engañar creyendo que, como Está usted despedido es un libro de cuentos más o menos cortos, en cualquier momento podrá dejarlo para la noche siguiente y entregarse a los brazos de Morfeo. Muy al contrario, le aseguro que ni el dios del sueño ni usted podrán despegarse de esta colección de «Cuentos interruptus » hasta apurar la última de sus historias. Es que así como Scheherezade —la mítica y sensual heroína de Las mil y una noches— logra aplazar casi eternamente su condena a muerte subyugando al sultán con sus engarzadas historias, este singularísimo narrador, que es Manuel Enríquez, consigue proveer al oscuro señor López de toda una batería de relatos a cuál más intrigante que quizás le permitirán escabullirse de un fi nal no tan trágico como el de Scheherezade, pero igualmente angustiante en los tiempos que corren. Intercalando relatos y microrelatos, el autor se nos revela como un especialista en estos géneros desplegando una increíble sensibilidad narrativa, una formidable imaginación, un sentido del humor y una ternura que nos llevan unas veces a conmovernos, otras a hacernos reír a carcajadas o a emocionarnos y hacernos reflexionar profundamente a cada página. Relatos como «Panocha», «Remigio el fantasma» o «Hammué el mercader» resultan imposibles de olvidar para cualquiera que los haya leído. Otro tanto puede decirse del resto de los cuentos que integran este libro más allá de ese chispeante sentido del humor que sobrevuela a todo lo largo de la lectura. Muchas de estas historias, no son de mero entretenimiento, no son simple diversión. «Pasosrotos» o «El enigma de Amanda», entre otros, son relatos extraordinarios. En ellos Enríquez desarrolla un drama hasta el fi nal. Todo es verosímil y, a la vez, fantástico. En suma, con su maestría demostrada, con las emociones que pone en juego, Manuel Enríquez —artillero que dosifi ca magistralmente sus dosis de dinamita— en cada relato conduce a sus personajes a desenlaces siempre inesperados en los que se quiebra la lógica y la convención de lo previsible, logrando el deleite de los lectores más exigentes.