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He escrito este libro, una colmena de poesías, entre caminada y caminada en las calles de Viena. En sus cafés, guaridas de mí ya lejana juventud, y en la extraordinaria Granada. Convertí sus mesas en improvisado escritorio. ¿Por qué escribo? Quizás si lo supiera no lo haría. La respuesta manida de conocerse a sí mismo, es tan vaga como cierta. La ambición de adentrarme en varios y diversos ofi cios del arte, y de la mayor acción creativa, es la verdadera, desmedida, y como mucho en mi precaria existencia, inalcanzable. Aquí he vertido constantes de mi vida, la soledad; el entrañable amor al misterio; las urbes inconexas; los paraísos oníricos. Incógnitas e incógnitas de un trasegar ilímite en una geología gigantesca, insondable; el trasfondo de la psique. He navegado irresponsable y osado por sus terrenos oscuros e indescifrables. La resultante, este mapa. La figura de Rafael Alberti, en una foto, de blazer, fular y yate de play boy me había vacunado contra su poesía y me hizo olvidarlo cuando estudiaba las letras hispánicas. Momento en que lo admire con todo el entusiasmo. Este texto que redescubrí en su casa del Puerto me hizo pedirle excusas y es en gran parte el culpable poético que he acometido. Antes de citarlo debo confesar que cada vez que concluyo un poema, una novela, una creación musical me siento culpable de algo irremediable.